La Comunidad Pasionista del Celio

P. Tito Paolo Zeca

Era la tarde del 9 de diciembre de 1773 cuando san Pablo de la Cruz, junto a sus colaboradores más cercanos, entró en el complejo basilical-monástico de los Ss. Juan y Pablo del Celio.

Estaban llegando a vivir en un sitio cristiano perteneciente a los más antiguos y venerables de Roma. Anteriormente desde 1768, Pablo y su pequeña comunidad estuvieron alojados en el Hospicio del S. Crucifijo situado en la vía de San Juan de Letrán.

En 1747 se proyectó tener una presencia estable en la gran Urbe utilizando la Iglesia de Santo Tomás in Formis con el convento anexo de los PP. Trinitarios, pero no se pudo realizar.

Pablo visitó por primera vez la Ciudad Eterna en el otoño de 1721 cuando, lleno de entusiasmo, se dirigió al Palacio del Quirinal, donde residía el papa, para buscar que fuese aprobada la regla y el instituto de los “Pobres de Jesús”.

El P. Vicente M. Strambi, que también era parte de la comunidad (+1824), se ocupó de organizar el estudiantado y de dar normas a los ejercitantes que comenzaron a llegar al Celio. Varios religiosos sirvieron como capellanes en el hospital de San Juan.

En ese tiempo la zona del Celio estaba casi despoblada. Los terrenos circundantes estaban ocupados por huertos, viñas y pastizales.

La ocupación francesa del Estado Pontificio (1798) fue un evento traumático que repercutió pesadamente en la comunidad celimontana.

Por varios años el retiro permaneció abandonado del todo. Solo se pudo restablecer la comunidad con el retorno del papa Pío VII a la Urbe y la recuperación del Estado Pontificio a partir del 26 de junio de 1814.

Este periodo se distingue por un alto fervor comunitario y un enorme empeño apostólico. La Congregación se expandió más allá del Estado Pontificio y de la península italiana. El P. Antonio Testa (+1862) fue el artífice de esta creciente actividad dirigiendo desde el Celio a la Congregación con mano firme e iluminada inteligencia.

Los Pasionistas desempeñaban sus actividades típicas tanto en la ciudad como en el agro romano e incluso en zonas infectadas por la malaria. Frente a la portería del retiro se reunían multitudes de pobres a los que se les repartía el pan y, en ciertos periodos, incluso una comida caliente.

La comunidad del Celio tuvo que afrontar otra gran prueba con el fin del Estado Pontificio y la toma de Roma por parte del ejercito Saboyano (20 de septiembre de 1870).

Afortunadamente se alejó el fantasma de la supresión de la comunidad debido a que el Vicariato de Roma reservó el retiro como casa de ejercicios espirituales. Loa acuerdos Lateranenses (1929) confirmaron esta característica de la casa celimontana.

Entre las personalidades más sobresalientes que vivieron en el Celio en las últimas décadas del siglo XIX, brilla con especial luminosidad el beato Bernardo Silvestrelli (+1911) quien, siguiendo el camino trazado por su predecesor, el p. Antonio Testa, promovió la expansión de la Congregación siendo fiel a los orígenes del Instituto.

Otros religiosos sobresalientes de la comunidad recordados en este periodo fueron los venerables p. Nazareno Santolini (+1930), p. Norberto Cassinelli (+1911) y p. Germán Ruoppolo (+1909). Mas cercano a nuestros tiempos sobresale por santidad de vida y servicio humilde e infatigable, el venerable hermano Gerardo Segarduy (+1962), portero del retiro celimontano por muchos años.

Entre los años ’30s y ‘60s de este siglo se realizaron algunas ampliaciones necesarias para asegurar una mayor funcionalidad a la casa general.

Entre los años ‘50s y ‘70s encontramos presentes en el Celio, entre otros, al superior general, siervo de Dios p. Teodoro Foley (+1974), a grandes intelectuales como a los pp. Gerardo Sciarretta, Enrico Zoffoli, Paulino Alonso Blanco (+2007), Fabiano Giorgini (+2008), además a religiosos que prestaron su servicio en los dicasterios de la Santa Sede como el p. Ladislao Ravasi. Todavía hoy la comunidad de los Ss. Juan y Pablo es el punto de referencia para todos los componentes de la Familia Pasionista.