La Congregación
de la Pasión de Jesús

La Congregación de la Pasión de Jesucristo, es un instituto religioso internacional de derecho pontificio, fundado en 1720.

Sus miembros, llamados comúnmente “pasionistas” (sacerdotes, hermanos, hermanas de clausura, monjas y laicos) hacen voto de propagar y proclamar el amor de Dios por el mundo, revelado a través de la Pasión de Jesucristo desde hace casi tres siglos, continuando a llevar todavía hoy un mensaje de compasión y de esperanza en 61 países en el mundo.

Nuestro Carisma:
la Memoria Passionis

Buscamos la unidad de nuestra vida y de nuestro apostolado en la Pasión de Jesucristo. Ésta revelación del poder de Dios, que impregna el mundo para destruir el poder del mal y edificar el Reino de Dios.

Llamados a tomar parte en la vida y en la misión de Aquel «que se anonadó a sí mismo tomando for ma de esclavo», en asidua oración contemplamos a Cristo que, al entregar su vida por nosotros, revela el amor de Dios a los hombres y el camino que también éstos deben seguir para llegar al Padre.

Esta contemplación nos hace cada vez más capaces para manifestar su amor y ayudar a los demás, de modo que ofrezcan su vida con Cristo al Padre. Nuestra participación en la Pasión de Cristo, que ha de ser personal, comunitaria y apostólica, se expresa con un voto especial. Por él nos comprometemos a promover la memoria de la Pasión de Cristo con la palabra y con las obras, a fin de propagar un conocimiento más efectivo de su valor para cada hombre y para la vida del mundo.

Por este voto nuestra Congregación ocupa su puesto en la Iglesia y se consagra plenamente a cumplir su misión.A la luz de este vínculo vivimos los consejos evangélicos, procurando cumplir el voto en la vida diaria. Así, nuestras comunidades tratan de convertirse en fermento de salvación dentro de la Iglesia y en medio del mundo. Y cada uno de nosotros vive la memoria de la Pasión de Cristo según las exigencias de los tiempos actuales.

Nuestro Fundador:
San Pablo de la Cruz

San Pablo de la Cruz reunió compañeros que viviesen en común para anunciar el Evangelio de Cristo a los hombres.

Desde el principio los llamó «Los Pobres de Jesús», porque su vida debía fundarse en la pobreza evangélica, tan necesaria para observar los otros consejos evangélicos, para perseverar en la oración y para anunciar continuamente la Palabra de la Cruz.

Quiso que los mismos compañeros siguieran un estilo de vida «a la manera de los Apóstoles» y fomentasen un profundo espíritu de oración, de penitencia y de soledad, por el que alcanzasen una unión más íntima con Dios y fuesen testigos de su amor.

Con clara visión de los males de su tiempo, proclamó incansablemente que la Pasión de Jesucristo, "la obra más grande y admirable del divino amor", es el remedio más eficaz.

La Iglesia, habiendo reconocido la acción del Espíritu Santo en San Pablo de la Cruz, aprobó con su autoridad suprema nuestra Congregación y sus Reglas, para la misión de anunciar el Evangelio de la Pasión con la vida y el apostolado. Esta misión conserva siempre toda su fuerza y validez. Para actualizarla nos reunimos en comunidades apostólicas y trabajamos para que venga el Reino de Dios.

Confiados en la ayuda de Dios, queremos permanecer fieles al espíritu evangélico y al patrimonio del Fundador, a pesar de las limitaciones humanas.

Nuestra Misión: anunciar el Evangelio de la Pasión

Sabiendo que la Pasión de Cristo continúa en este mundo hasta que Él venga en su gloria, compartimos los gozos y las angustias de la humanidad, que camina hacia el Padre.

Deseamos participar en las tribulaciones de los hombres, sobre todo de los pobres y abandonados, confortándolos y ofreciéndoles consuelo en los sufrimientos.

Por el poder de la Cruz, que es sabiduría de Dios, trabajamos con ilusión por iluminar y suprimir las causas de los males que angustian a los hombres. Por este motivo, nuestra misión se orientar evangelizar mediante el ministerio de la Palabra de la Cruz, a fin de que todos puedan conocer a Cristo y el poder de su resurrección, participar sus sufrimientos y configurarse a Él en su muerte para alcanzar su gloria (cfr. Filp. 3,10-11).

Todos participamos en apostolado, cada uno según las posibilidades, las aptitudes y los servicios que le sean encomendados.

Aceptamos las apremiantes exigencias que a cada uno de nosotros nos pide la llamada personal del Padre para seguir a Jesús Crucificado; a saber: esfuerzo continuo para hacer del Evangelio de Cristo norma suprema y criterio de nuestra voluntad constante de vivir y trabajar gozosamente en comunidad fraterna, observando estas Constituciones según el espíritu de San Pablo de Cruz; firme propósito de fomentar en nosotros mismos el espíritu de oración y de enseñar a otros a orar; y además, diligente atención a las necesidades de los hermanos para conducirlos a la plenitud de la vocación cristiana por la Palabra de la Cruz.